Cómo no quemarse como madre o padre de un niño con TDAH o TEA

Si por la noche sueñas solo con silencio y con que nadie te pida nada durante al menos 10 minutos — estás reaccionando de forma normal.

Las madres y padres de niños con TDAH y autismo viven en modo alerta permanente: prevenir un meltdown, seguir las tareas, explicar a profesores y familiares, no romper la relación con el propio hijo. No es que “no te organizes”, es que tu sistema nervioso está bajo una carga crónica.

Este texto no sustituye terapia ni recomendaciones médicas. Es un intento honesto y amable de ofrecerte un plan pequeño y realista para sentirte un poco menos sola(o) y ver qué cosas sí están en tu zona de control.

Por qué estás tan cansada(o): no es que seas débil, es que la carga es demasiado alta

Los niños con TDAH y TEA no solo requieren “más atención”. Generan muchas más decisiones por minuto para los adultos que los rodean.

  • «¿Esto va a acabar en crisis o no?»
  • «¿Puedo decir que no o me arruinará toda la tarde?»
  • «¿Esto es parte del diagnóstico, de la edad o de su carácter?»
  • «¿Insisto en que termine la tarea o la suelto para que no se derrumbe?»

Mientras otras familias tienen dos o tres microdecisiones así por hora, tú puedes tener veinte.

Tu sistema nervioso casi nunca desconecta del todo: incluso cuando el niño duerme, tu cabeza repasa qué salió mal, qué hay que corregir mañana, qué “tendrías que haber hecho mejor”.

Eso es estrés crónico. No es una señal de que seas vaga, débil o “no apta para criar a un niño neurodivergente”. Es una señal de que la carga es objetivamente más alta de lo que una sola persona puede sostener durante años.

Qué puedes dejar de exigirte desde hoy

Cuando estamos agotados, muchas veces reaccionamos pidiéndonos todavía más: ser siempre pacientes, leer más libros, aplicar todas las rutinas perfectas que vemos en redes sociales.

Pero con un sistema nervioso ya saturado, cada nueva exigencia es un ladrillo más en la mochila.

Hay tres cosas que puedes sacar suavemente de tus hombros sin perjudicar a tu hijo:

  1. Deja de exigirte estar siempre tranquila(o).
    Incluso los profesionales levantan la voz o pierden la paciencia a veces. La diferencia no es que nunca se les escape; es que saben reparar después. Puedes decir: «Perdón por gritar. Estoy muy cansada(o) y sobrepasada(o). Tú no tienes la culpa de todo esto».
  2. Deja de compararte con “padres perfectos” de internet.
    No ves sus lágrimas nocturnas, sus discusiones de pareja ni las redes de apoyo invisibles. Solo ves el escaparate. Tu realidad con TDAH/TEA es más pesada, y cualquier comparación sin contexto es injusta contigo.
  3. Deja de intentar arreglar todo a la vez.
    Si estás en modo supervivencia, la tarea no es “crear el sistema ideal”. La tarea es “tener fuerzas para seguir estando mañana”. Un cambio pequeño ya es muchísimo.

Un mini plan de supervivencia diaria: tres cosas que sí son realistas

Cuando estás muy cansada(o), cualquier consejo tipo “levántate a las 5 a hacer yoga 30 minutos” suena como una broma cruel.

Miremos una versión que pueda encajar en un día real de una familia real con un niño neurodivergente.

1. Un pequeño ritual predecible con tu hijo

Elige un momento pequeño y repetible que puedas hacer casi todos los días, incluso en días malos:

  • Diez minutos por la noche para leer o mirar un libro juntos.
  • Un ritual de “abrazo y agua” al volver del cole.
  • Un ritual de “tres preguntas” antes de dormir: «¿Qué fue lo más bonito de hoy? ¿Qué fue lo más difícil? ¿Qué te gustaría para mañana?»

Este ritual no tiene que ser educativo ni productivo. Su objetivo es la conexión, no el rendimiento.

Aunque el resto del día haya sido caótico, el sistema nervioso de los dos recibe una pequeña isla predecible: «pase lo que pase, seguimos teniendo nuestros 10 minutos».

2. Un mini ritual solo para ti

Esta es la parte que muchas madres y padres quieren saltarse porque les parece “egoísta”. Pero un adulto que nunca desconecta se convierte en un adulto que explota.

Elige algo de 5–15 minutos que no requiera fuerza de voluntad heroica:

  • Tomar una bebida caliente sin móvil, mirando por la ventana.
  • Dar una vuelta corta a la manzana cuando llega otra persona adulta a casa.
  • Escribir tres frases en una libreta: «¿Qué fue difícil hoy? ¿Qué me ayudó? ¿Por qué quiero darme las gracias?»

No se trata de “mejorarte”. Se trata de enviarle a tu sistema nervioso un pequeño mensaje: «yo también existo».

3. Una simplificación al día

En lugar de añadir tareas, prueba a eliminar una pequeña fuente de tensión al día:

  • Pedir comida preparada una o dos veces por semana, si el presupuesto lo permite.
  • Elegir tres “conjuntos estándar” para el cole y dejar de pensar en el resto.
  • Enviar un correo breve al profesor: «Si ves que mi hijo está muy sobrepasado, ¿puedes dejarle salir 5 minutos?»
  • Decir a tu pareja o familia: «Durante el próximo mes no voy a asumir más proyectos, ya estoy al límite».

Cada simplificación es un pedazo de energía que recuperas. No es pereza, es una estrategia consciente cuando vives bajo una carga alta.

Cómo pedir ayuda sin sentirte un fracaso

Muchas madres y padres de niños con TDAH y TEA han interiorizado la idea de que “los buenos padres se las arreglan solos”.

En la práctica, detrás de muchas familias que “parecen funcionar muy bien” hay ayudantes invisibles: abuelos, canguros, terapeutas, colegios que sí entienden a los niños neurodivergentes.

Pedir ayuda no significa “no valgo”. Significa “esta situación es demasiado grande para un solo sistema nervioso”.

Prueba a dividir la ayuda en dos bloques:

Ayudas pequeñas del día a día

  • Pedir a una amiga: «¿Puedes llevar a mi hijo al parque una hora este sábado?»
  • Pedir a tu pareja: «¿Puedes encargarte tú de acostarles tres noches a la semana para que yo me acueste antes?»
  • Pedir a otra familia del cole: «¿Podemos turnarnos para recoger a los niños dos veces por semana?»

Lo importante es formular una petición concreta y acotada en el tiempo, no un “ayúdame con todo”. Es más fácil decir que sí a algo muy específico.

Ayuda más grande y estructural

  • Buscar apoyo psicológico o terapia para ti, no solo para tu hijo.
  • Encontrar un grupo de apoyo para padres, online o presencial.
  • Hablar con el colegio de posibles adaptaciones: descansos extra, menos tareas escritas, horarios claros y visuales.

Si piensas «otra gente lo pasa peor, no debería quejarme», recuerda: el estrés no se mide solo por los eventos, sino por cuánto tiempo los sostienes tú sola(o).

Trabajar con la culpa: de «soy mala madre/padre» a «soy suficiente en una situación muy difícil»

La culpa es casi el modo por defecto de la crianza de niños neurodivergentes. Siempre hay algo que “no hiciste”, “hiciste mal” o “tendrías que haber visto antes”.

Pero la culpa no ayuda a tu hijo. Solo se come la energía que necesitas para estar presente y conectar.

Prueba este ejercicio sencillo durante una semana:

  1. Al final del día, escribe una frase que empiece por: «Hoy fui una madre/padre suficientemente buena(o) cuando…»
  2. Pueden ser cosas muy pequeñas: «cuando le abracé después de la crisis», «cuando dejé el móvil y escuché su historia», «cuando le dejé descansar en vez de forzar los deberes».
  3. Guarda estas frases juntas y léelas cuando la voz crítica interna se haga muy fuerte.

No es pensamiento positivo vacío. Es reunir pruebas de que no eres tu peor momento, ni tu grito más alto, ni el diagnóstico que aparece en un informe.

Cuándo puede ser buena idea buscar terapia o un grupo de apoyo

No hay una línea universal a partir de la cual “sí o sí necesitas terapia”. Pero sí hay señales de que tu sistema está pidiendo ayuda.

  • Te despiertas cansada(o), incluso tras dormir una noche entera.
  • Lloras a menudo en el baño, en el coche o después de reuniones con el colegio.
  • Te descubres gritando a tu hijo mucho más de lo que quisieras, y luego tardas en calmarte.
  • Has dejado casi todas las cosas que antes te daban alegría: ver a amistades, hobbies, leer para ti.
  • Aparecen con más frecuencia pensamientos tipo «no puedo más» o «estarían mejor sin mí».

No son señales de que “estés loca(o)” ni de que seas mala madre o padre. Son señales sanas de un sistema nervioso al límite.

Si tienes la opción, busca a alguien que:

  • Entienda el TDAH y el autismo, no solo en niños sino también en adultos.
  • No culpe automáticamente a los padres, sino que mire el sistema completo: familia, escuela, contexto.
  • Te ayude a construir estrategias realistas, no solo a “trabajar más en ti misma(o)”.

Si ahora mismo la terapia no es viable, incluso un pequeño grupo de apoyo entre padres —un chat online, una asociación local, una comunidad— puede reducir mucho la sensación de «soy la única persona que no puede con esto».

Para terminar: no eres un proyecto llamado “madre/padre ideal de un niño con TDAH/TEA”

El agotamiento crece en contextos donde el mensaje constante es: «esfuérzate más, sé más tranquila(o), sé más organizada(o), no te quejes».

Pero tú no eres un proyecto de productividad ni un cartel motivacional. Eres una persona que cada día hace muchas cosas difíciles en una situación que pocas personas entienden de verdad.

Tienes derecho a estar cansada(o), irritada(o), confundida(o), a cometer errores y a buscar caminos más fáciles.

Si solo te quedas con una frase de este artículo, que sea esta:

Tu hijo merece una madre o un padre vivo, no perfecto. Y tú mereces apoyo tanto como él o ella.